Alejandra Aguilar tuvo la mala fortuna (o la buena o la mejor de todas) de romperse los huesos en una accidente de moto hace unos pocos años. La mala suerte porque aquel encontronazo desafortunado se sumó a otro, el de verse obligada a cerrar el negocio familiar de tapicería que había heredado de su padre.
La buena suerte que ese tiempo de convalecencia le ayudó a reflexionar sobre su futuro, los de sus habilidades de tapicera. La indemnización del accidente de moto obró el milagro económico.
Decidió probar en El Rastro de Madrid si su nuevos diseños tenían o no sentido para el público, y, al día de hoy, se ha hecho un hueco en la recuperación de muebles viejos en la capital de España. Su negocio emprendedor se llama cómo no, La Tapicera.
Su secreto es su aportación vanguardista y hasta arriesgada en cada proyecto. Juega con contrastes de color, con la tematización de sus muebles y le da un toque inesperado a cada pieza. Esa singularidad de estilos ha creado una identidad por la que ya se reconocen los nuevos trabajos de Alejandra Aguilar. La tapicera de La Tapicera reformada.
Hoy, Alejandra está integrada con su negocio en la tendencia de la recuperación alternativa de las artesanías de siempre bajo nuevas perspectivas, filosofías y usos. Muebles vintage que ahora son populares.
Muebles con iconos homosexuales, viñetas de comic que siguen los contornos de las maderas de sillas y sillones, mesas llenas hasta rebosar de cebras o de esqueletos alegres, escritorios que llaman a la sorpresa y que parecen perfumarse con sus planos llenos de alegres flores, muebles que arman interiorismos alternativos, transgresores e inusuales para dar qué hablar. Así es la obra y la gracia de la tapicera de La Tapicera.
El futuro inmediato es llevar su éxito a una tienda online para alcanzar una dimensión global que alimente, por qué no, nuevos estilos, nuevos deseos de llamar la atención con todas las intenciones.