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La Fundación Nao Victoria descubre las bases históricas del emprendimiento español

Los tiempos de crisis económica como los actuales han llevado a valorar lo que algunos emprendedores hacen por cambiar el sentido de las cosas en España. Lo que se hace por revolverse contra una realidad que ni inspira confianza, ni alienta el futuro.

 

 

Siguiendo esa línea, los medios y la literatura más popular desempolvan también relatos de acontecimientos históricos que ofrecen claves de cómo el emprendimiento está en el ADN de las gentes de este país.

 

 

Incluso algunas instituciones privadas han realizado cambios en sus actividades para mostrar que sí se puede cambiar el curso negativo de los acontecimientos y enseñar cómo se hizo en el pasado. Una de esas instituciones es la Fundación Nao Victoria, que en su momento recreó con fidelidad un galeón del siglo XVI con el que navegar al estilo de aquellos tiempos.

 

 

La Nao Victoria recreada por la fundación es la que llevó a Juan Sebastián El Cano a dar la vuelta al mundo, un ejemplo de emprendiduría española de hace quinientos años.

 

La Nao Victoria, que en la actualidad recorre todo el mundo invitada en eventos históricos, navegó en su viaje de descubrimiento con una tripulación formada por marineros procedentes de España, pero también había ingleses, portugueses, holandeses, italianos, franceses y alemanes hasta sumar 245 hombres.

 

Hombres que salieron de España en cinco barcos de los que al final sólo regresó uno, La Victoria, y guiado sólo por 18 hombres famélicos. Todo, cuando en sus bodegas había una cantidad de especias tan grande como para remediar el hambre a bordo.

 

Un microcosmos humano, paradójicamente muy europeo, en el que los hombres de la tripulación representaron un desafío de la época, navegar en mares desconocidos, circunnavegar el globo, y emplear la tecnología más avanzada de aquel tiempo, la del galeón, luego multicopiada por otras naciones.

 

El barco que mantiene en condiciones de navegar la Fundación Nao Victoria es ahora más que nunca un símbolo del sacrificio. De la capacidad de las gentes de estas tierras por innovar, por desafiar al destino, con arrojo, en medio de situaciones de riesgo, con inteligencia y para encontrar un camino con el que ganar un futuro distinto y, sobre todo, mejor.